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Señor presidente, creo que a ambos lados de los equipos negociadores, no se consideraron puntos fundamentales no solo para las partes implicadas, sino, para el resto del país. Quisiera pedirle respetuosamente responder a estas preguntas públicamente:
1. ¿Por qué usted y sus ministros (el Gobierno) asumen que quitarle el subsidio de 13 billones al año a los transportadores, lo pagarán los propietarios más ricos de los furgones, y no el campesinado que saca sus productos del campo a la ciudad, el pequeño comerciante, el pasajero? En otras palabras, que no todos los colombianos nos veremos afectados con el alza al diésel.
2. ¿Qué hacemos con el encarecimiento que tendrá la comida y con ella todos los bienes y servicios al suprimir el subsidio? Si sube la comida sube todo. ¿Hay un plan de mitigación? ¿Hay un estudio responsable que indique cuánta gente podría pasar hambre con esta medida? ¿El banco de alimentos y la FAO tienen algunas medidas de contingencia?
3. Según estadísticas del Ministerio, 74,7 % de la gasolina comercial que se consume en Colombia es producida por nuestras dos refinerías, importando un 25,3 % del combustible para vehículos terrestres. La gasolina de avión por su parte es producida solo en un 20 % en Colombia (un 80 % es importada). Si dejamos de subsidiar el diésel, ¿podríamos construir con esos 13 billones de pesos una tercera refinería que permita bajar los precios del combustible al satisfacer nuestra propia demanda en un mediano plazo?
3. ¿Quién nos garantiza que este enorme sacrificio que implica encarecerlo todo y empobrecernos a todos, no será para que esos 13 billones de pesos los manejen los Olmedo López, los Sneyder Pinilla, los hermanos de Laura Saravia que no presentan al país ante un derecho de petición su declaración de renta?
4. El 90 % de la carga que se moviliza en Colombia se hace por vía terrestre, lo que a su vez representa 5 % del PIB o Producto Interno Bruto (ver fuente); el transporte terrestre de pasajeros solo el 0,8 % del PIB (ver fuente); y el transporte aéreo representa el 13,89 % del PIB del país (ver fuente). ¿Quién nos garantiza que invertir en otros proyectos esos 13 billones de pesos redundará en mayores beneficios a las anteriores cifras? Y si desciende el PIB dando subsidios sin un respaldo productivo, ¿de dónde sacará a futuro otros 13 billones para sus reformas?
En mi opinión señor presidente, poner en riesgo la productividad del país en aras de convertir 13 billones en subsidios puede ser una medida muy riesgosa, puesto que no estamos en condiciones de convertirnos en un Estado de Bienestar sin consolidarnos como un país altamente productivo.
Mis sugerencias si necesita producir otros 13 billones anuales para hacer reformas sociales sin quebrar el país (¿cómo aumentar el PIB?):
1. Auditar todas concesiones de los peajes para mejorar las vías. Si hay mejores vías y sin sobrecostos para el campesinado, podemos sacar los productos del campo a la ciudad a un menor precio.
2. Convertir a Colombia en un paraíso fiscal para capitales extranjeros, dándole funciones comerciales a nuestro banco central (Banco de la República), promoviendo la inversión extranjera. Ejemplos positivos: Albania, Aruba, Botswana, Islas Vírgenes Británicas, Costa Rica, Curazao, Hong Kong, Israel, Malasia, Suiza, Turquía y Vietnam.
3. Replantear la revolución energética y crear a toda costa una nueva refinería de petróleo y de biocombustibles
Las Venas Abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano no tiene desperdicio ni pierde vigencia al explicar cómo nos empobrecemos pagando alzas en los combustibles porque nuestro petróleo se refina en el exterior. No podemos zafarnos de tener esa altísima demanda en cuatro años, y reemplazar todos los motores que funcionan con ello, podría tomar décadas, sin hablar de que el litio seca lagos en Chile y el reemplazo de sus baterías es muy costoso.
Le pregunto, presidente:
¿En cuánto vendemos el petróleo sin refinar y en cuánto compramos la gasolina?
El barril de petróleo tipo Brent, que trae 42 galones de petróleo refinado, produce alrededor de 72 litros de gasolina de motor y alrededor de 38 litros de diésel. Su costo es de 72 dólares.
Ese barril de petróleo se convierte al refinarlo entre 56,7 y 66,2 galones de gasolina comercial.
Ese mismo barril lo compramos como gasolina refinada a USD 250 (casi el triple del costo en que lo vendimos), y eso se multiplica por el 25,3 % de la gasolina que se consume en Colombia pero no se produce en el país. Con la de avión se multiplica por 80 % que compramos por fuera de este recurso.
Con un 6,94 % de inflación en 2024, un IPC del 4,12 %, un IVA del 19 %, un 4×1000 vigente para beneficio de sus nuevos amigos los banqueros a los que no audita concesiones y una desaceleración de 6 % del PIB desde 2022 (un año después de Pandemia), este no parece desde ningún punto de vista el momento más adecuado para empezar una revolución energética, cambiando de combustibles fósiles a una combustión “limpia” en teoría. No tenemos con qué.
Ni siquiera se le está suministrando gasolina al Ejército y a la Armada para proteger los oleoductos, nuestras fuentes de recursos energéticos, que es lo principal: ¡Protegerlos!
UPME Y REFORMA AGRARIA DE LA MANO
Según el Plan de Abastecimiento (Upme), la producción de gasolina en refinerías colombianas es cercana a 320 millones de galones/mes, aquí está el 74,7% de lo que se consume; y lo que se importa como se dijo llega a un 25,3%.
Aquí también podría abrirse una posibilidad para darle éxito a la reforma agraria: Podemos producir el 80% del combustible para nuestros aviones que compramos afuera a muy alto precio, pidiéndole al país la sustitución de coca por biomasa leñosa y renovable; tener una gran planta de tratamiento de residuos sólidos urbanos, residuos agrícolas, residuos forestales, madera y cultivos energéticos para suplir esa demanda de alto costo, e incluso, exportar.
4. Crear otra empresa de recolección de leñas biocombustibles en los cerros de Bogotá. Tenemos un problema de acumulación de leñas combustibles en los cerros de Bogotá: retamo espinoso, eucalipto y pino, que podrían volverse una solución rentable para el proyecto anterior. ¿Por qué no poner a tanto desempleado sin estudios a recoger leña? No necesitamos pagar becas para tener más doctores desempleados, señor presidente. No todo el mundo en un país tiene que ser doctor.
5. Voto obligatorio, financiación estatal a las campañas políticas y prohibición de la intervención de la empresa privada en ellas
Los políticos pueden comprar dos millones de votos, pero no 50 millones de votos. Sería ideal que como en Holanda, las campañas políticas no puedan tener participación de la empresa privada, para que no queden amarrados los contratos. Este es el momento donde todos los controles están cooptados. Usted lo dijo señor presidente: es el momento de no robar para que la plata alcance. Si su Gobierno es verdaderamente revolucionario, es mejor reforma que la que propuso Oliver Comwell al cerrar el Congreso en Inglaterra: No necesitamos el cierre del Congreso ni que rueden cabezas. Podemos limitar la llegada de políticos de oficio y terminar así con la injerencia de banqueros psicópatas, cacaos narcoterroristas y bandidos en el Parlamento. El ahorro podría ser de 50 billones de pesos anuales, que es lo que se estima que nos cuesta la corrupción en Colombia. Y lo mismo para municipios y Departamentos.
6. Sacar a los presos a construir carreteras para que los productos del campo lleguen a la ciudad sin tantos sobrecostos: mejores y más vías de acceso. Las universidades públicas tienen cientos, sino miles de tesis de ingeniería civil para la creación de nuevas carreteras -estudios que están hechos y no hay que pagar-. Solo hay que usarlos e implementarlos poniendo los materiales que estoy seguro todos estamos dispuestos a financiar.
¿Cuánto cuesta hacer posibles estos proyectos? Cuesta hacer que las campañas políticas las financie el Estado prohibiendo la intervención de la empresa privada de forma taxativa. Cuesta dejar de pagar favores políticos. Cuesta reducir el gasto público. Cuesta acabar con la Procuraduría. Cuesta liderar a los diversos sectores, incluyendo a los universitarios; mejorar la comunicación haciéndola más asertiva para estabilizar el país. Cuesta que todo el mundo deje de robar. Cuesta dejar de convertir a Colombia en un país de subsidios matando la productividad.
Ya que el aumento será de 200 pesos mensuales al diésel, espero que esto les sirva para reflexionar. Celebro que no hayan muerto personas en este paro y que la negociación haya durado solo cuatro días evitando la quiebra de numerosos empresarios.
¡Gracias, presidente!
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